jueves, 13 de octubre de 2005

El Dolor de un Sentimiento (I)


Los recuerdos y los sentimientos giraban a una velocidad vertiginosa en su cabeza, clavándose como cientos de espadas afiladas en su alma. Para él no había mayor dolor en el mundo que el que ahora se hacía dueño de su ser, nada tenía sentido en su vida en este momento, y ésta pendía de un fino hilo. Enfrente estaba el vacío, la soledad... pensaba que no sería un gran cambio respecto a su actual situación, sentía debilidad, una debilidad que a pesar de sus años de entrenamiento y servicio en las filas de los caballeros de Solamnia no podía vencer. Contra este mal no había en el mundo arma ni ejército suficiente que pudiera ayudarle, era algo a lo que sólo él podía enfrentarse para conseguir la victoria. Se maldecía a si mismo por su debilidad, había jurado no volver a caer en ello, pero contra esta enfermedad no se podía luchar, era una batalla perdida y hubiera preferido enfrentarse a la misma Takhisis en persona antes que sentir otra vez aquel fatídico día la llamada del amor.

Cierto era que su belleza rozaba lo divino, y con seguridad no habría ser en todo Krynn que no se hubiera sentido fascinado por tal derroche de candidez y dulzura. Había deseado bañarse en el mar de sus claros ojos azules, sentir el roce de sus rosados y carnosos labios al fundirse en un apasionado beso de amor verdadero mientras sus manos se entrelazaban y acariciaban mutuamente. Ese dorado cabello que caía en una larga melena hasta su cintura y que desprendía el agradable olor de las más preciosas y raras flores silvestres del bosque de Silvanesti... era sin duda la belleza hecha mujer, un deseo de un corazón desbocado por la pasión, y alguien inalcanzable para un simple humano.

Por eso él estaba allí, un paso más y todo se habría terminado, no habría más sufrimiento inútil, encontraría la eterna paz que había ansiado tras cada fracaso que había vivido. Su cabello castaño ondeaba al compás del viento que comenzaba a levantarse, sus ojos llorosos parpadeaban continuamente debido a los mechones que los golpeaban movidos por el travieso viento. Se sentía ridículo, no debía derramar ninguna lágrima, era un veterano caballero de la Rosa, no un crío, pero el dolor era mayor que su resistencia y sin poder evitarlo rompió a llorar, su corazón se había hecho añicos y el peso de anteriores desengaños era enorme. Otra vez volvía a rememorar su encuentro con la dama elfa, en aquella maniobra cerca de los bosques de Silvanesti, cuando se acercó a ellos en busca de una planta que aliviara el dolor de uno de los soldados que había sido herido por unos draconianos en una emboscada. Él era el único que poseía el conocimiento necesario sobre plantas medicinales y su correcta utilización, un legado de su padre. Se había internado en el bosque por la frontera norte, con cierto miedo a ser atravesado por una flecha elfa debido a su intrusión en su hogar, pero lo que vio le marcó para toda su vida, la mujer más bella que sus ojos habían visto jamás, era ella, el fruto de su alegría y tristeza, ahí estaba con un ramo de flores que intentaban rivalizar en vano con aquella figura celestial. Cuando sus ojos se encontraron el caballero cayó por completo en su embrujo y quedó inmóvil, con la boca abierta, y sin poder reaccionar. Ella curiosamente, en lugar de asustarse o molestarse por aquella intrusión, le dedicó una sonrisa que terminó por rematar al caballero, que sólo acertó a cerrar y volver a abrir sus asombrados ojos; y ella ya no estaba allí...

1 comentario:

Carla Vidas Pixeladas dijo...

Que cruel puede ser el amor, que curioso es el amor que nace tan solo de un instante de contacto, y lo mucho que perdura su dolor.

Escribes muy bonito deberias volver a escribir, a buscar esa inspiración perdida. :**